Escasez de agua adquirirá en los próximos años una relevancia aún mayor

Hemos llegado al momento en el que las ciudades, epicentro del dinamismo de la humanidad, se enfrentan a un desafío que amenaza su esencia misma: la escasez de agua. En los próximos años, este problema adquirirá una relevancia aún mayor, pues afectará la vida urbana de maneras que aún no podemos comprender. En el ámbito global, la crisis del agua no conoce fronteras, pero es en las grandes metrópolis donde sus efectos son más palpables.

El acceso limitado a agua potable no es sólo una incomodidad, es una amenaza directa para la salud pública y la seguridad alimentaria. Afectaciones que pueden poner en jaque el desarrollo económico de las ciudades, ya que el funcionamiento de las actividades económicas está intrínsecamente ligado a la disponibilidad de agua, e ignorar esta realidad podría tener consecuencias de largo alcance.

En la Ciudad de México, la rápida urbanización y la gestión descuidada de nuestros recursos hídricos nos tienen en un punto crítico. La ciudad concentra a millones de personas, y por su ubicación geográfica es particularmente vulnerable ante la sequía y la variabilidad climática al igual que la metrópolis sudafricana, con la diferencia de que nosotros no podemos construir plantas de desalinización de emergencia para el suministro de agua. ¿Qué tan crítica es la situación del agua en la Ciudad de México? De acuerdo con datos del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX) una persona en la Ciudad de México consume en promedio 380 litros de agua a diario. No obstante, y de acuerdo con datos reportados por este mismo organismo, la dotación promedio de agua potable en las 16 alcaldías, es de 150 litros por habitante al día. Esto representa una cifra mayor a la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que plantea el uso de 100 litros al día, o sea cinco o seis cubetas para satisfacer necesidades tanto de consumo como de higiene[1].

Este suministro de agua se divide en tres usos diferentes. Las tomas de uso doméstico que se encuentran instaladas en inmuebles de uso habitacional, cuyo pago de los derechos correspondientes se calcula conforme al volumen de consumo medido en el bimestre. El uso doméstico corresponde al 65.2% del consumo total medido y estimado. Las tomas de agua instaladas en inmuebles distintos a los de uso habitacional, se consideran como de uso no doméstico, para los cuales, se paga una cuota fija bimestral, considerando el diámetro de la toma. Este uso abarca el 25.7% del consumo total medido y estimado. Finalmente, el uso mixto se define cuando el inmueble se destine conjuntamente a uso habitacional y no habitacional o cuando tenga dos o más usos no habitacionales. Este uso corresponde con el 9.1 % del consumo total medido y estimado de la Ciudad.

A partir del conjunto de datos geoespaciales con la Información bimestral por el concepto de suministro de agua a nivel manzana, considerando la facturación por servicio de consumo medido y promedio, disponibles en la plataforma de datos abiertos de la Ciudad de México[2], se realizó un mapa que muestra la distribución de suministro de agua para diferentes categorías de consumo (Figura 1).

De acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, en la Ciudad de México existen un total de 2,711,894 viviendas particulares habitadas agrupadas en 1,814 colonias. Cerca del 50% de esas viviendas se ubican en colonias en donde más del 70% cuentan con tomas de agua potable con servicio medido o consumo promedio. Así un total de 1,341,757 viviendas se dividen en consumos alto, medio bajo y popular, que en promedio tienen un consumo diario de 137 litros por persona. El resto, un total de 1,370,137 viviendas, se ubican en colonias que en su mayoría o totalidad no cuentan con medidor de agua o consumo promedio. Si bien estas viviendas se localizan en las 16 alcaldías de la ciudad, Iztapalapa, Tlalpan, Magdalena Contreras, Tláhuac, Gustavo A. Madero, Xochimilco, Cuajimalpa, Alvaro Obregón, Coyoacán y Milpa Alta concentran la mayor cantidad de viviendas con servicio de agua intermitente o por tandeo, en las que no es posible determinar el promedio de consumo diario de agua.

Así, el 50.5% de las viviendas carecen de servicio de agua medido o estimado, lo que implica un suministro irregular proporcionado, en muchas ocasiones, por tandeo mediante el servicio público o particular de pipas. Las pipas, que se cuentan por miles en la ciudad, suelen tener una capacidad de entre 5,000 y 10,000 litros. El costo por llenar una cisterna con la capacidad de almacenar la totalidad del agua de una pipa tiene un precio promedio actual de $2,000. Sin embargo, cuando no existe esta capacidad de almacenamiento y los piperos deben llenar tinacos, tambos y cubetas en diversas viviendas, el precio del servicio de agua se eleva[3]. Adicionalmente, el 23.1% de viviendas registran un consumo medido o estimado menor a 100 litros por persona. Un nivel de consumo de agua menor a lo recomendado por la OMS. Lo anterior significa que poco más del 77% de la población de la Ciudad de México no tiene derecho pleno al agua[4].

Por otro lado, alrededor del 23% de las viviendas tienen un consumo superior a los 100 litros por persona al día. De ellas, el 8.4% del total de viviendas de la ciudad, consumen más de 380 litros por persona al día.

Figura 1. Consumo medido y promedio de agua en litros por persona al día para la Ciudad de México durante el primer semestre de 2029.

Este consumo tiene precios diferenciados en la Ciudad de México, SACMEX tiene una metodología para obtener los metros cúbicos consumidos por hogar. Para ello la ciudad está dividida en niveles de consumo definidos a partir del índice de desarrollo social[5]. Así, SACMEX identifica los niveles alto, medio y bajo, en el que se engloban a las manzanas que guardan características socioeconómicas similares y que se tipifican por tener los mismos niveles de desarrollo de la ciudad; mientras que la categoría popular engloba a las manzanas que se caracterizan por tener los niveles de desarrollo más bajos de la ciudad y que se encuentran dentro de la zona rural de la Ciudad de México[6]. Si bien los niveles alto y medio representan el 16.9% y 12.3% de la población respectivamente, el nivel bajo es de 44.6% de la población, mientras que el nivel popular abarca el 26.1% de la población. De acuerdo con los registros, el suministro total de agua promedio para estas categorías de consumo es de 137 litros por habitante. Sin embargo, para el nivel alto el consumo medido es de 234.4 litros por habitante, mientras que en los niveles medio y bajo el consumo es de 119.5 y 114.9 litros por habitante respectivamente. Mientras que para el nivel popular el consumo medio es de 121.2 litros por habitante.

En resumen, la Ciudad de México es ya una urbe en donde el tema del agua trastoca la vida de la gran mayoría de sus habitantes. Hasta hoy sabemos que cerca de 300 colonias sólo tienen abasto de agua mediante pipas, pero en muchas otras el suministro es irregular e intermitente, por lo que también se han visto en la necesidad de solicitar el servicio de suministro a sus respectivas alcaldías o a contratar servicios privados de reparto. Igualmente, comienza a ser común el cierre de vialidades, no sólo en colonias populares y pueblos originarios del sur y oriente de la Ciudad, sino también en el corazón de las alcaldías centrales. El presente del agua en la ciudad es también un tema crítico marcado por la desigualdad, pero lo será aún más en el futuro próximo si no actuamos con decisión ahora mismo. El problema del agua en la Ciudad de México es un problema compartido entre la escasez hídrica producto del cambio climático global y la mala gestión del recurso hídrico, así como de la desigualdad social en el suministro de este escaso recurso.


[1] Tercer Informe de Gobierno de la Ciudad de México, 2021. Recuperado de: https://www.congresocdmx.gob.mx/archivos/finanzas/infografiamanejosustentabledelagua2022.pdf

[2] Sistema de Información Geográfica de la Agencia Digital de Innovación Pública de la Ciudad de México, 2023. Recuperado de: https://datos.cdmx.gob.mx/dataset/consumo-agua

[3] Gómez-Valdez, M. I., & Palerm-Viqueira, J. (2015). Abastecimiento de agua potable por pipas en el Valle de Texcoco, México. Agricultura, sociedad y desarrollo, 12(4), 567-586.

[4]El artículo 4, párrafo 6, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos  reconoce el derecho humano al agua: “Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible.

[5] El Índice de Desarrollo Social (IDS) 2020 de la Ciudad de México es una medida ponderada que integra las dimensiones de vivienda, acceso a servicios sanitarios (agua, drenaje y excusado), adecuación energética, acceso a internet y disponibilidad de telefonía (fija o celular), así como el rezago educativo, el acceso a los servicios de salud y a la seguridad social.

[6] Código Fiscal de la Ciudad de México ejercicio 2019

*Académico e investigador del Centro Transdisciplinar Universitario para la Sustentabilidad (CENTRUS

Publicado originalmente en la IBERO

 

 

Fuente: Desinformemonos

30 AÑOS DE LIBRE COMERCIO. REHACER LAS AMÉRICAS PARA EL CAPITALISMO GLOBAL.

PRÓLOGO

Desde hace tres décadas los tratados de libre comercio (TLC) ocupan un lugar preferencial en la nueva arquitectura del comercio mundial. Prácticamente todos los países del planeta tienen ancladas sus economías en esta modalidad jurídica y política, una de cuyas principales características ha sido la progresiva desnacionalización del comercio, una condición mediante la cual las gigantescas corporaciones transnacionales imponen sus agendas por en- cima de las decisiones de los Estados.

Este proceso, sin embargo, no difiere en esencia de lo que venía ocurriendo desde mucho antes. Tal como lo señala Jeremy Rayner en 30 Años de Libre Comercio. Rehacer las Américas para el Capitalismo Global, el libre comercio tiene una lógica que opera inclusive al margen de los TLC, y que depende principalmente de la estrategia de neoliberalización de la economía que se venía desarrollando desde los años 70 del siglo pasado.

En ese sentido, los TLC solo serían una nueva modalidad para afinar el avance y la expansión de un capitalismo dirigido por las corporaciones transnacionales, con normas y procedimientos que aseguren sus ingresos. Por eso resulta tan acertada la afirmación de Jeremy Rayner en el sentido de que el libre comercio no se opone a la existencia del Estado, sino que busca que este facilite la acumulación capitalista en manos de estas corporaciones. En efecto, y tal como lo analiza Zygmunt Bauman, la globalización implicó, muy al contrario de lo que se suponía, la proliferación de Estados nacionales en desmedro de la supuesta unificación política mundial. El capitalismo corporativo necesita de estructuras jurídico-políticas internas que controlen los impactos sociales y humanitarios que provoca una economía irracional y desbocada. De ese modo, los gobiernos terminan convertidos en poco más que grandes comisarías al servicio del capitalismo global.

Descifrar los límites de la formalidad institucional que interviene en los TLC es fundamental para entender los objetivos y mecanismos de funcionamiento que los promueven y que actúan tras bastidores. Más que acuerdos entre Estados, los TLC son acuerdos entre las élites de todo el planeta, tanto aquellas que asumen un rol hegemónico por ser parte de los países ricos como las élites sumisas de los países del sur global, que también obtienen una buena tajada de los negocios. El objetivo fundamental es proteger las inversiones y beneficios del capital en su conjunto.

¿Qué busca el capitalismo global con los TLC? Básicamente, recursos naturales, mano de obra barata y mercados donde colocar sus productos. Para conseguirlo, los TLC han establecido cinco categorías o condiciones básicas que están muy bien detalladas en el presente libro: cadenas de producción transnacionales basadas en la total laxitud de las leyes ambientales y laborales; flexibilidad arancelaria para un dominio transnacional del comercio, con impactos devastadores en sectores como la alimentación; control territorial para viabilizar actividades como la extracción indiscriminada de minerales; monopolización de la economía a partir de normas como los derechos de propiedad intelectual, que favorecen de manera exclusiva a la industria de los países ricos; y, finalmente, una especulación financiera que promueve los paraísos fiscales y deriva en la incapacidad regulatoria de los Estados sobre los flujos de dinero.

Estas cinco categorías evidencian la parte sustancial de los TLC, más allá de las diferencias que pudieran existir entre sus distintas versiones, que más bien tienen un carácter superficial. Es lo que ocurre en América Latina. Por ejemplo, en México y en Améri- ca Central se prioriza la instalación de maquilas, mientras en los países del sur del continente se apunta a la extracción de recursos naturales mineros o agrícolas. Estas particularidades provocan a su vez impactos diferentes en los sectores sociales afectados (trabajadores, campesinos, mujeres, microempresarios). Sin embargo, la constante de los TLC es que deterioran los derechos y las condiciones de vida de los grupos subalternos de la sociedad. En el caso de la soberanía alimentaria, los impactos son incalculables para los sectores populares urbanos y rurales.

Estas desigualdades tienen su correlato en el plano geopolítico: los países del sur global son los más perjudicados en términos genera- les. Por esta razón, el alineamiento de nuestros países con determinados bloques de poder mundial, bajo el argumento de la necesidad de conseguir contrapesos frente a una potencia hegemónica, apa- rece como una opción que oscila entre la inutilidad y la candidez. En el mundo actual, las disputas geopolíticas no implican una con- traposición de sistemas, sino una puja por intereses parciales dentro del marco unívoco del capitalismo. Todos los TLC afectan por igual a las economías campesinas, a la naturaleza, a los derechos de las mujeres, a las microempresas locales, a la soberanía alimentaria.

En el plano jurídico, el libre comercio también juega a la hegemonía global del capitalismo. Una constitución neoliberal mundial, como lo insinúa Jeremy Rayner, limita gravemente el ejercicio de la soberanía popular y de la democracia sustantiva, porque impone normas sobre la constitucionalidad de los Estados nacionales. Como resultado, hay una evidente crisis de la democracia en todo el mundo. Una de las particularidades de esta crisis es el colapso de la representación política: los sectores sociales ven y sienten que las decisiones estratégicas se toman en espacios distintos a los de la institucionalidad formal, inclusive en reductos ajenos a la institucionalidad nacional.

En resumen, las promesas de bienestar y felicidad ofrecidas por los adalides del libre comercio se han diluido al calor de la tozuda realidad. Luego de 30 años de proliferación de los TLC, la pobreza, la violencia y las desigualdades en América Latina no han hecho más que incrementarse. El colapso de los servicios públicos, la depreda- ción de la naturaleza, la contaminación ambiental o el desempleo reflejan una crisis estructural aparentemente insuperable. Mientras las élites insistan en el mismo modelo de economía, los impactos negativos serán la tónica. Como señala John Cajas Guijarro en su extenso estudio sobre el comercio en el Ecuador, el libre mercado no implica libertad general sino libertad para que grupos concretos, en momentos históricos concretos, puedan ejecutar su proyecto de acumulación.

Jeremy Rayner concluye su estudio centrándose en las posibilidades de resistencia que tienen los sectores sociales frente a la ofensiva del libre comercio. Que existan grietas y contradicciones dentro de las propias estructuras del poder comercial mundial no implica que el modelo esté en riesgo. Simplemente se adecúa a las circunstancias y remienda sus rasgaduras. El repliegue de los Estados Unidos en la promoción de los TLC, como resultado de la resistencia laboral y ecológica interna, así como de las desavenencias entre capital patrimonial y capital corporativo, no son, necesariamente, un síntoma del colapso del modelo. La Unión Europea, y sobre todo China, se han apresurado a tomarle la posta.

En este contexto nada esperanzador, algunas iniciativas de resistencia a los TLC han sido exitosas. Lamentablemente, aún son reducidas y marginales frente al copamiento de la economía por parte de las innumerables estrategias y formas del libre comercio. Las posibilidades de oponerse radican en la capacidad de los pueblos para defender sus espacios históricos, sus territorios, sus imaginarios colectivos, sus formas autónomas de garantizar el sustento de la vida. Las alianzas estratégicas ya no pueden depender de una supuesta confrontación global entre sistemas diferentes, tal como ocurrió durante el siglo XX. La connivencia entre potencias -todas igualmente capitalistas– es una realidad inocultable. Las luchas anti sistémicas, alternativas, contrahegemónicas o como quiera de- nominárselas requieren confrontar al capitalismo como totalidad, porque una fragmentación puede llevarnos simplemente a cambiar un opresor por otro.

Hasta ahora, las experiencias desde los espacios subalternos son múltiples. Las nuevas insubordinaciones empiezan a colapsar parcialmente al sistema capitalista como totalidad. En todo el mundo surgen expresiones de descontento generalizado, cuya principal identidad es la diversidad de respuestas que se construyen frente a las crisis. Diversidad de tiempos y de agendas que logran coincidencias para arrinconar al poder. Los estallidos de 2019, por citar los más cercanos y recientes, evidencian el potencial de estas nuevas manifestaciones colectivas. Las incontables particularidades que operan detrás de estos movimientos confieren un potencial enorme a la noción de comunidad, espacio común, localidad o territorio. Son esos pequeños procesos, multiplicados por miles, los que pueden no solo resistir, sino sitiar al capitalismo.

El intercambio desigual que genera el libre comercio está acabando con la vida en amplias zonas del mundo. En América Latina, las corporaciones multinacionales nos inundan de mercancías al mismo tiempo que expolian nuestros recursos naturales, biológicos, 9 culturales. Las particularidades o diferencias que puedan mostrar

estos fenómenos no alteran su naturaleza depredadora, porque la esencia del capitalismo es única. Contra eso, precisamente, deben orientar la resistencia y la ofensiva los perjudicados del mundo.

El libro que van a leer a continuación constituye, en este contexto, un insumo central para comprender los antecedentes, el proceso y las eventuales consecuencia de los TLC en los países de América Latina. Usted lector, lectora, está frente a una aguda y ordenada disección de la compleja problemática política y económica que nos marcará como región en los próximos años.

Juan Cuvi
Quito, 14 de noviembre de 2023

DESCARGAR EL LIBRO EN PDF

31E Jornada de Lucha Abajo los Súper-poderes

✊🏻 31E Jornada Nacional de Lucha.  Les esperamos desde las 12hs frente al Congreso:

📍15hs con las organizaciones de jubilades

📍17hs Radio Abierta y otras actividades.

📍20 hs Cacerolazo. 

 

⚡Este miércoles 31 de enero, decenas de organizaciones populares nos reuniremos frente al Congreso y en otros puntos del país. Desde la Autoconvocatoria, llamamos a sumar ampliamente y continuar construyendo unidad y fuerza hasta derrotar el asalto a nuestras vidas y derechos.

⚠️Javier Milei quiere que el Congreso le delegue los súper-poderes para avanzar sin límite con más ajuste, desempleo, deuda y saqueo. Le exigiremos a diputades y senadores que rechacen el DNU y el proyecto ómnibus!!!

💸Mientras el gobierno busca que el FMI desembolse un nuevo préstamo de U$S 4.700 millones, con la promesa del mega-ajuste, privatizaciones, reforma previsional y laboral, profundizando el sometimiento y la entrega de nuestra soberanía y bienes comunes, exigiremos ¡FMI Fuera! ¡Las estafas no se pagan!

*Nulidad del DNU70/23

*Rechazo de la Ley Ómnibus

*Abajo el Protocolo represivo

*Fuera FMI

@Autoconvocatoria.deuda

 

Fuente:

LOS MICROORGANISMOS como sujeto de derechos

Su importancia en el origen de la vida y continuidad de los ciclos vitales

Autora: Elizabeth Bravo
Diseño y diagramación: Soledad Jácome
Enero, 2024

Hablar de los microorganismos como sujeto de derechos puede causar asombro, pues la mayor parte de estudio de estos diminutos y fascinantes organismos, se ha centrado en verlos como seres causantes enfermedades humanas, de plantas y de animales; sobre cómo combatirlos. También se han hecho estudios para entender su funcionamiento, e instrumentalizar los descubrimientos científicos que surgían, dando lugar a una nueva ciencia: la biología molecular.

Otra perspectiva es ver a los microorganismos como “servicios ambientales”; por el valor que pueden tener para alguna actividad económica. Economistas ambientales por ejemplo han pues- to precio al “servicio” que dan las bacterias en el “ciclo del nitrógeno”, especialmente para la agricultura industrial, o “valoran” el servicio ambiental que prestan las algas en el “secuestro de carbono” para paliar el cambio climático.

En oposición a estas tendencias, en esta publicación se mira a los microorganismos como sujetos de derechos. Desde que se reconocieran los derechos de la naturaleza, hace 15 años, se han dado debates epistemológicos sobre cómo entender y cómo aplicar los derechos de la naturaleza. Se ha planteado que los seres humanos somos naturaleza, y en ese sentido nuestros derechos y los de la naturaleza son interdependientes. Se habla de la interrelación de las sociedades rivereñas con los ríos, de los pueblos andinos con los páramos y el pajonal, y los habitantes costeros con los manglares; pero poco nos preocupamos de la relación que tenemos, como sociedades hu- manas, con los microorganismos.

Esta publicación se centra en estos pequeños seres invisibles, que revisten una gran importancia en el funcionamiento de la naturaleza y de nuestra propia vida.

Descargarlo aqui

LOS-MICROORGANISMOS-COMO-SUJETO-DE-DERECHOS

Fuente: Accion Ecologica